Hace ya varios días que no he podido financiar mis salidas o mis inversiones diarias (como comprar chocolate Crunch o las deliciosas manzanas con chamoy de mi amiga Edna) y todo esto porque mi papá decidió, por alguna extraña razon recorta mi semana a la cantidad de 50. ¡Exactamente, 50 pesos para toda una semana!
Durante las tres primeras semanas de clases me acostumbre a tomar el camion del colegio por la mañana que, aunque pasa mucho mas temprano que uno publico, es gratuito; comprar solamente una botella de agua en la escuela y, solo si era extremadamente necesario, rellenarla con la espantosa agua de garrafon que nadie recuerda que existe; y al terminar el día tomaba el camión urbano que me cuesta 4.50 y me deja mucho mas temprano y mas cerca de mi casa que el transporte escolar.
Este fin de semana me di cuenta de que no tenía ni un quinto. Imaginenme como en las caricaturas, abro mi cartera y de ella sale volando alegremente un mosquita solitaria. Pues justamente eso sucedió, tenía que pagarle a un amigo un poco de dinero que me presto y ahora no tenía nada. Entonces llegó a mi cabeza como un enorme globo lleno de agua helada después de una siesta vespertina: ¿Que había sucedido con todas las moneditas de cincuenta centavos que me daban de cambio al pagar el camión? ¿Que había sido de ellas?
Resuelta que las cosas suceden así: Cuando llego a mi casa siempre procuro sacar todo lo que tengo en mi bolsillo y lo dejo en un cajita pequeña que tengo escondida en mi librero. Ahí se puede encontrar todo tipo de cosas como una memoria USB, el candado de mi antiguo casillero de la escuela, mis llaves, el cable USB de mi iPod y, curiosamente, todas las moneditas de un peso o menos que he recivido como cambio desde hace dos semestres.
Y justamente hice lo que ustedes suponen, me armé de valor, desinfectante en gel para las manos (por si acaso), y cinta adhesiva, y me puse a contar todas esa moneditas. Uní las de cincuenta centavos en bloques de cinco pesos y las de un peso en bloques de diez para que así fuer más fácil contarlas despues.
Cuando termine de juntar y envolver pude contar con que tenía seis paquetitos de monedas de un peso, once paquetitos de monedas de cincuenta centavos y 9 pesos con 70 centavos más. ¡Ni yo lo podía creer! Tenía en total 124 pesos con setenta centavos. Claro, despues pague el dinero que me habían prestado y mi capital se redujo a 79.70, aún así lo más valioso es el aprendizaje que recibí el día de hoy.
"A veces unas moneditas aplastadas con cinta adhesiva, valen mas que un billete estropeado"
Así que de ahora en adelante contare y juntare todas las moneditas que tenga entre mis cosas al final de cada semana. Deberían intentarlo es bastante útil si necesitan dinero o si no tiene nada que hacer pueden invertir su tiempo en contar y enrollar monedas.
Me despido,
Jerry
La canción: Julieta de Fernando Delgadillo